lunes, 8 de junio de 2009

Emir Kusturica & The No Smoking Orchestra

Qué bien me cae Kusturica, y qué bien me lo paso con su cine y con su música. Me atreveré a decir que yo lo veo algo así como un Fellini contemporáneo, quiero decir, dejando de lado la calidad objetiva y todo eso, comparten ese amor por el pueblo, esa filantropía y esa humanidad. Si bien su música es consecuencia inevitable de su cine (ups, ¿o debería decirlo al revés?), creo que me quedo con esa faceta suya:




Los quiero ver en directo, ¡tié que ser un fiestón!

miércoles, 20 de mayo de 2009

Este mes hay un articulillo mío en El Submarinauta: "Las verdades a medias, y las pastillas de tres en tres", por si os apetece echarle un vistazo (está firmado como Francisco Bernal eh, no como Corcho). Dicho queda-

lunes, 18 de mayo de 2009

LOST!

(valoraciones generales, nada de spoilers)

Hablemos de esta serie. Primero, voy a declararme fan de la misma, en el concepto más puro de la palabra (seguidor incondicional, beato y obediente), pero voy a matizar: no me es posible ser objetivo con ella. Yo, que me considero un tipo con criterio firme y bastante acertado, que me declaro poseedor de ciertas verdades y que disfruto del choque contra otros puntos de vista desde unos cimientos difícilmente quebrantables, no puedo analizar objetivamente esta serie. Probablemente si la analizara le encontraría tantos puntos flacos y pasos en falso que me resultaría difícil seguir viéndola, pero no lo haré. Con Lost pongo el culo (permítaseme la expresión) y que me hagan lo que quieran. Creo que es la única manera sana de ver la serie, si no se es excesivamente ingenuo. Hay que tragarse todos los giros argumentales, todas las respuestas por rebuscadas que sean, hay que tragar con todo.



La serie se apoya en la sorpresa constante, en un "no sé qué coño está pasando" que se estira hasta el final. Si bien los personajes constituyen el verdadero eje de la serie (bien construidos, de evolución contínua y más que correcta, capaces de construir los mejores momentos de la epopeya televisiva), las incógnitas acaban por ser el centro de interés y absorben casi todo el peso. Las respuestas se convierten en nuevas preguntas que van expandiendo un entramado argumental inflado de ciencia ficción y fantasía, cada capítulo es un desafío a la fidelidad del espectador. No entiendo cómo con la season finale de esta quinta temporada que terminó el miércoles pasado (en América, of course, a ver qué seguidor de Lost que se precie de serlo la sigue a ritmo español) se ha acusado a la serie de "sacarse cosas de la manga" o "tirar por derroteros poco verosímiles"... ese es el juego de Lost, construir un mundo en el que prácticamente todo vale, en el que las reglas son volátiles y se esconden de la audiencia. A una temporada de que termine definitivamente (un alivio que tenga final programado, si no no quiero saber hasta dónde podría llegar) estamos con más información que nunca y, aún así, totalmente perdidos. Es droga televisiva pura, sin cortar (bueno, excepto cuando meten mucho relleno), esperando a la dosis de la semana, esperando al siguiente cliffhanger, esperando para meterse en los foros y comentar el capítulo con párrafos repletos de OMGs y WTFs, esquivando los spoilers con una habilidad soviética.

Y es que esa es otra, sin el fenómeno fan la serie no seria lo que es. Encuéntrate un sábado a algún capullo que no conoces de nada con los números 4 8 15 16 23 42 cruzándole la camiseta y a ver si eres capaz de no hacer ni el más mínimo comentario. Es algo que diferencia a las series de ficción actuales de las de antaño. Internet es una herramienta para hacer crecer ese universo (con todas las series pasa, pero en el caso de Lost cobra mayor fuerza) y fomentarlo. Además es un feedback perfectamente funcional, hasta los creadores afirman con orgullo nutrirse de la Lostpedia y actuar muchas veces en consecuencia. Por supuesto el nivel de fanatismo por la serie pasa por proclamarla "la mejor de la historia" o verter juicios dolientes comparándola con Twin Peaks, eso es inevitable.

En fin, que puedo decir misa pero reconozco que soy un adicto, y ahora ocho meses de espera para la recta final. Supongo que alguna otra serie como Battlestar Galactica será mi metadona.



lunes, 11 de mayo de 2009

Cine de culto

culto, ta.

(Del lat. cultus).


7.
m. Admiración afectuosa de que son objeto algunas cosas. Rendir culto a la belleza.

¿Qué demonios es el cine de culto? Una de las preguntas incontestables (y añado: que no merecen la pena tratar de contestar) que asaltan a todo aquel que trata de teorizar sobre este arte. "De culto" es un calificativo creado por aquellos que sienten
necesidad de proclamar que están alejados de la masa. "De culto" en realidad no es un valorativo sobre la película, sino sobre la legión de admiradores que la alza como estandarte. Así pues, la pregunta es incontestable desde el momento en que está mal planteada, ya que no ofrece información relevante sobre la naturaleza de la película (como sí lo hacen otros adjetivos como "clásico", en mayor o menor medida ya que sería otro tema a debatir) sino sobre la gente que la ve, más concretamente los fans.


El término establece inmediatamente una relación entre la obra y su público, siendo este una minoría que se enorgullece de serlo. En casos de películas de culto más masificadas (Star Wars, Blade Runner...), el geek reclamará su independencia frente al gran público llevando su beatificación un paso más allá (club de fans, disfraces, convenciones, camisetas y accesorios, o ediciones especiales limitadas de coleccionista bañadas en fluidos del director si hace falta...) y reafirmándose como los únicos capaces de sentir la película como se merece.

Y ahora bien, si "de culto" es un término artificial y ambiguo debido a sus peculiaridades, ¿cuándo lo adquiere una película concreta? No hay criterios objetivos. Las variables son prácticamente infinitas, según atraigan a esas determinadas minorías. Cada película "de culto" tiene sus características propias, sus propios dogmas. La parte por el todo.

martes, 5 de mayo de 2009

El patetismo continúa asaltando nuestros televisores...

Tal cual me ha hecho llorar rayos catódicos. ¿Es que las televisiones han trazado un plan maestro para acabar con la inteligencia del espectador?

jueves, 2 de abril de 2009

Delirios

La fiebre no garantiza calidad literaria, y mucho menos claridad de opinión. El momento de lucidez se sitúa entre un espidifen y un zumo del Eroski, y bien arropado entre el pijama y las mantas disipo la nebulosa de dentro de mi cabeza con Frenesí y La chaqueta metálica, y me doy cuenta de que tanto hablar de cine, tanto teorizar, discutir y darle vueltas... al final lo que busco es esto, disfrutar de un par de buenas películas tirado en el sofá sin preocuparme por nada más. ¿Tan difícil es?

viernes, 27 de marzo de 2009

Para los fans de Johnny Constitution

Cansado de tanta seriedad bloguera, allá va una de grabación cutrecasera

Corcho - El cine ha muerto

Os dedico, con amor, los gritos y los gallos ^^

jueves, 26 de marzo de 2009

Una cuestión de etiqueta

Como seres humanos, tenemos una manía especial por clasificar y etiquetarlo todo, hasta tal punto que si algo parece salirse de nuestros cánones nos aturde y acabamos rechazándolo. Quizá algún día nos demos cuenta de que las etiquetas sólo pueden ser útiles de un modo orientativo, y no como un dogma de fe.

Como pasa en todos los aspectos de la vida (este es gay, este negro, este es el gracioso, esta se droga, este es mormón), pasa en el cine. Cuántas veces hemos oído "oh no, ¿es española?" o "¿¡es en blanco y negro!?" y nos han rechinado los dientes. Es porque todos esos denominativos remiten a unas fórmulas y unos tópicos fijos, encorsetando así toda película en un género, corriente o forma y comenzando a criticar el todo por la parte. La frase que todos hemos oído: "no me gusta el cine español, sólo va de putas y maricones" es el ejemplo más claro, aunque quizá sea también el más difícil de desmitificar para el gran público.

Así acabamos engañados pensando que todos los Western son iguales, que a los Oscar se llevan las mejores películas del año, o que el cine iraní es para frikis. El cine es cine y punto, y los prejuicios no le hacen ningún bien.

miércoles, 11 de marzo de 2009

Robando Orquídeas

Hace ya unos cuatro años hice una inversión aparentemente arriesgada. Había oído tantas y tantas cosas buenas que debía hacerme con él. Pese a mi reducida independencia económica por fin podía permitírmelo, así que fui a aquella tienda de cómics que me intimidaba tanto por esa época, y gasté nada menos que 30€ en la presunta mejor "novela gráfica" (eufemismo de cómic que me jactaba de usar entonces y que ahora casi repudio) de todos los tiempos, como decían por ahí. Watchmen me impactó, y me sentí orgulloso de haberme gastado ese dineral a ojos cerrados.

Hace cuatro días pagué 4,60€ por ver la película, para llevarme la decepción esperada. Después, leo opiniones, intercambio opiniones con otros fans del cómic (que le das una patada a una piedra y salen ochenta)… y me pregunto si no se han enterado de nada o soy yo el que se empeña en nadar a contracorriente. Si de verdad tengo algo de criterio como creo tener y son ellos los que babean a la mínima sin cuestionarse ciertas cosas, o el problema lo tengo yo.



Pasó con Sin City, pasó con V for Vendetta, con 300, probablemente con algunas más (ni me pienso acercar a The Spirit), y seguirá pasando. La fórmula es de sobra conocida: Tenemos, por un lado, el cómic de culto X, por otro, el frikidirector Y que a los 13 años se hacía pajillas entre viñeta y viñeta pensando en lo guay que sería que adaptaran dicho cómic pero ahora ya es mayor y es director y tiene poder para hacer sus sueños realidad; por último, la legión de fans que piden a gritos fidelidad, fidelidad, fidelidad. Pero el frikidirector cree que ser fiel es copiar y calcar los elementos más obvios olvidándose de que está manejando un lenguaje totalmente distinto, con sus propios códigos, ritmos y recursos. Mientras, todo el espíritu del cómic se diluye entre el artificio y la banalidad. Si Zack Snyder no se esforzara tanto en ser el más cool entre los cools y aprendiera que existe vida más allá de la cámara lenta, quizá no ahogaría tanto al
espectador entre sus excesos.

Si lees Trainspotting y ves la peli, ves dos obras completamente distintas pero que comparten un vínculo más profundo y de algún modo se complementan. Como pasa con Fight Club, o como Kubrick supo hacer con A Clockwork Orange o The Shining (también te puedes saltar todos los ejes y hacer algo como Adaptation). Lo que le falta a estas adaptaciones “pixel perfect” es, sobretodo, identidad propia. El primer paso para hacer una buena adaptación es dejar de pensar que se le debe nada a la obra primigenia, y aunque sea más complicado tomar ese tipo de decisiones cuando el formato está más cercano al cine y las abstracciones parecen limitadas, hay que aprender que lo que funciona en un medio, en otro falla, resultando esperpéntico y artificial.

Alan Moore lo sabe


07/03/1999

Recuerdo tener 9 años. Recuerdo ver pósters de Eyes Wide Shut en las paradas de los autobuses. Recuerdo escuchar la palabra "póstumo" sin saber qué quería decir. De repente había un señor que se llamaba Stanley Kubrick y que había hecho películas muy raras y que estaba muerto. Recuerdo ver cómo en Desesperado Club Social anunciaban un pack de películas suyas. Salía un tío corriendo del revés, otro bebiendo leche, imágenes en blanco y negro... yo no entendía nada. Años más tarde fui descubriendo que era un señor que lo entendía todo.


martes, 24 de febrero de 2009

Nietzsche, Hesse, Burroughs

La marca en nuestra frente es la de Caín

1

"Dios ha muerto" es la célebre sentencia de Friederich Nietzsche aparecida por primera vez en La Gaya Ciencia que, como un mazazo, se estudia hoy en día en todos los libros de filosofía. Pero siempre hay una parte importante que se desecha: "Dios ha muerto. Lo hemos matado".

Resultando obvio el paralelismo con el enunciado de Greenaway (paralelismo al cual ya se me adelantó nuestra querida compañera Indiana), extraemos que "hemos matado al cine". Rápidamente tenemos que darnos cuenta de algo, y es que Nietzsche anunciaba la muerte de Dios como una victoria, la victoria del superhombre; Greenaway (me está saliendo urticaria de tanto hablar de él) declara la defunción del cine como algo negativo, o al menos como un toque de atención. Nietzsche habla del triunfo sobre la moral cristiana. ¿Qué es la moral cristiana en el cine? Hollywood.

Así pues, lo que viene a decir Greenaway en realidad es que la moral cristiana ha triunfado sobre el superhombre. Entendamos el concepto de superhombre como el cineasta que se desmarca de los tópicos, de la inercia, de la tendencia cómoda. El cineasta con visión propia. La industria es al capitalismo lo que el cristianismo a la religión: motor de acción de un sistema alienante. Vamos a predicar nuestra propia fe aunque sea en el desierto.

2

En Demian de Herman Hesse, el autor recupera el mito del superhombre. Aunque reformulándolo de otra manera, vuelve a aparecer el nivel de lo establecido y el enfrentamiento a lo establecido: El estigma de Caín.

Básicamente, Hesse revisita la historia de Caín y Abel que todos conocemos, haciendo mención a la señal con la que Caín y sus hijos quedaron marcados para siempre por el asesinato de Abel. Hesse nos ofrece una lectura distinta: La marca de Caín no es otra cosa que la diferenciación individual, el deseo de permanecer por encima de los mediocres, el no resignarse a pertenecer a la masa, al rebaño.

De todos modos, de Hesse quiero rescatar dos principios teóricos para aplicarlos a lo que creo que debe ser el cine (el cine como un arte superior, el cine en su esencia más pura). Uno es el laureado "la verdadera profesión del hombre es encontrar el camino hacia sí mismo" y, el otro, el que aparece en Siddharta de un modo menos concreto, pero que básicamente afirma que no debemos ceñirnos a las enseñanzas de un maestro, de una corriente o de una ideología, y debemos beber y adquirir sabiduría de todos los maestros, corrientes, ideologías... para completar nuestro propio código (para adquirir ese estigma de Caín, para ser superhombres).

Ese es el verdadero papel del cine: Avanzar hacia sí mismo. Si el ser humano debe formarse, aprender, depurarse, evolucionar... un arte debe hacer lo propio. Debe explotar sus posibilidades hasta llegar a alcanzar sus propios límites. Podemos concebir la historia del cine como la vida de Siddharta, llegar hasta su propia esencia, hasta el "Om". Toda obra fílmica que retroceda en esa búsqueda es un cadáver, una baja, una oportunidad perdida.

3

Y llegamos a Burroughs, la generación beat. No puedo abstenerme de afirmar que de algún modo la técnica cut-up de Brion Gysin es el antecedente de Al final de la escapada (aunque partiendo de la base de que todo existe, de que nadie inventa nada y de que "sólo" hay que llegar hasta ello). Burroughs sostiene un principio esencial: El lenguaje es una cárcel. Un organismo parasitario. Un virus. "El lenguaje (y más aún la razón) aplasta nuestra naturaleza real y crea un universo para nosotros en el que existe el tiempo, la muerte y prácticamente todos nuestros males".

El almuerzo desnudo puede criticarse como obra literaria desde muchos flancos. Pero no creo que nadie esté en posición de negar su poder sensorial y su tremenda riqueza en imágenes. El almuerzo desnudo trasciende su propio medio o consigue, al menos, doblar los barrotes de esa cárcel. Debemos admitir que el lenguaje cinematográfico es una cárcel, más amplia o no que la cárcel literaria, pero quizá por eso es más difícil escapar de ella. Pocas obras pueden presumir de haber superado la barrera del celuloide, de llegar más allá.

Conclusión

Por fin termino con este razonamiento multirreferencial por el que seguramente seré vilipendiado debido a mi calidad de "pedante": En el cine hemos alcanzado un nuevo monolito y nos toca evolucionar, dar un paso. No será el paso hacia el llamado "videoarte", que como tal ya tiene denominación propia, sino la conquista formal de las posibilidades del medio. Esperemos que los estudios frenen algún día su carrera para ver quién consigue tocar fondo primero, o tendremos que empezar a plantearnos la eutanasia.

domingo, 22 de febrero de 2009

Si la respiración asistida funciona...

You got the money, I got the soul, anuncia la voz de Bobby Gillespie en "Kill All Hippies". Ciertamente, dinero y alma rara vez aciertan a coincidir en una misma entidad, y llega un momento en el que ambos valores parecen irreconciliables. ¿Qué es el cine? Pregunta incontestable (al menos yo estoy a kilómetros de atreverme a contestarla).

Peter Greenaway (del que sólo he tenido ocasión de ver The Draughtman's Contract) no lo sabe, aunque no vacila a la hora de declarar su muerte, proporcionando fecha de defunción y todo. Lo que él propone frente a la "pasividad del medio" se aleja estrepitosamente del camino que realmente debe seguir el cine. Bill Viola no es cine, y punto pelota. Este tipo de propuestas artísticas son absolutamente válidas y admirables pero constituyen otra cosa totalmente distinta. El cine debe continuar evolucionando y no mutar en otra cosa como sugiere el galés. El reto es innovar y seguir hacia delante sin perder la esencia, y aquí es donde aparecen los problemas.

Hay crisis por ambas partes. Crisis en el cine como arte y crisis en el cine como entretenimiento. Continuamente se ruedan películas con pretensiones puramente comerciales que ni a tales efectos funcionan. ¿Por qué gastarse cientos de millones de dólares en subproductos que anteponen las innovaciones tecnológicas a todo lo demás? La fórmula se compone de luces, colores, velocidad (aburridísimos ritmos rápidos) y una calificación para mayores de 13 años. Si hasta el cine como entretemimiento se ha estancado, ¿qué podemos esperar? El espectador se deja tratar de tonto y nadie levanta un dedo. Por eso al final más de un subproducto de esta categoría se la acaba pegando en taquilla y por fin es una película como The Dark Night la que arrasa (una película efectista y excesiva pero que, al fin y al cabo, supone un entretenimiento inteligente), porque buenas películas sin propósitos artísticos las ha habido siempre. ¿Por qué seguir dándole dinero al pesado de Michael Bay que cree que el género de acción se fundamenta en un cámara con parkinson y una pareja protagonista teen cuyo carisma tiende al cero absoluto pudiéndoselo dar a Zack Snyder? Qué más da cómo lo filmes si tienes a robots gigantes dándose de hostias, ¿verdad? Se necesitan más películas como 28 weeks later o Planet Terror para satisfacer al público que sólo busca comerse unas palomitas (siento haber escogido dos ejemplos tan grotescos).

Por otro lado, en unas horas se resuelven los Oscar, que este año no me despiertan ningún interés. El año pasado estaba dando saltos de alegría porque las dos grandes competidoras (No Country for Old Men y There Will Be Blood) conseguían ser cine y a la vez iban hacia delante, y llevaban el sello de directores renovadores y con visión propia. Este año los Oscar están más infectados de Hollywood que nunca. The Curious Case of Benjamin Button es el paradigma de película oscarizable y, a la vez, lo que debería ser el cine comercial, el cine para la masa (al igual que Slumdog Millionaire, o cómo hacer una "buena" película con personajes sin carisma). Pero no aporta nada. Mis dos favoritas de las que he podido ver ni siquiera están nominadas a mejor película.

The Wrestler y Revolutionary Road. Demoledoras, frías y, a la vez, accesibles. Aronofsky y Mendes logran desprenderse de sus excesos habituales (de los cuales confieso que disfruto, al menos en el caso del primero) y nos brindan dos películas cimentadas por sus actores y personajes, con la sorpendente habilidad de superar los tópicos que en principio las construyen. Pero no hay nominación. Nominación para el dichoso Ron Howard, nominaciones para mis a ratos admirados y a ratos no tanto Fincher y Boyle. Fight Club y The Game, Trainspotting y A life less ordinary.

En fin, que esta entrada a modo de disertación sin demasiado sentido global sirva para inaugurar este blog. Intentaré que no muera como parece que sí lo está haciendo el cine, y que las ganas de decir cosas nuevas o, al menos, decirlas mejor, no se vean dilapidadas por el matiz de la obligación.