jueves, 26 de marzo de 2009

Una cuestión de etiqueta

Como seres humanos, tenemos una manía especial por clasificar y etiquetarlo todo, hasta tal punto que si algo parece salirse de nuestros cánones nos aturde y acabamos rechazándolo. Quizá algún día nos demos cuenta de que las etiquetas sólo pueden ser útiles de un modo orientativo, y no como un dogma de fe.

Como pasa en todos los aspectos de la vida (este es gay, este negro, este es el gracioso, esta se droga, este es mormón), pasa en el cine. Cuántas veces hemos oído "oh no, ¿es española?" o "¿¡es en blanco y negro!?" y nos han rechinado los dientes. Es porque todos esos denominativos remiten a unas fórmulas y unos tópicos fijos, encorsetando así toda película en un género, corriente o forma y comenzando a criticar el todo por la parte. La frase que todos hemos oído: "no me gusta el cine español, sólo va de putas y maricones" es el ejemplo más claro, aunque quizá sea también el más difícil de desmitificar para el gran público.

Así acabamos engañados pensando que todos los Western son iguales, que a los Oscar se llevan las mejores películas del año, o que el cine iraní es para frikis. El cine es cine y punto, y los prejuicios no le hacen ningún bien.

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